viernes, 14 de septiembre de 2012

Discapanch


Buenos Aires, Argentina.-


 “¿Quién va a ir a comer a un lugar mirando desgracias, mirando discapacidades?, Te vas a fundir, vos estás loco, hay que poner chicas lindas agradables ese es el sistema, no poner personas con desgracia!”.

Eso le dijeron a Saul Macyszyn cuando soltó su idea de abrir un negocio de comida atendido por personas con discapacidad.  A la advertencia de que haría una locura siguió una confesión:  “yo no voy a comer en un lugar así porque me hace mal”. Saúl ignoró a su cuñado, con quien evita coincidir en alguna reunión desde ese momento para ahorrarle disgustos de verlo sólo con un brazo.

Siguió con su idea, investigó cómo consolidar su meta y buscó la estrategia para emprender lo que soñaba. Ahora, las 24 horas, los 365 días del año a Discapanch entran personas a comer  y muchas de las veces ni se dan cuenta que quienes los atienden son personas con discapacidad.

Desde hace 15 años Discapanch está en la estación El Retiro en la ciudad de Buenos Aires, Argentina. Este lugar concentra a los trenes que conectan con otras provincias. Trenes que circulan desde 1915 llevando y trayendo trabajadores, estudiantes, comerciantes o turistas ansiosos de conocer la ciudad de Buenos Aires. Así que viajar ejercita la destreza de comer rápido  y un Pancho es la mejor opción.
                          Letreto en el que se lee: Discapach crea empleos para Personas con Discapacidad.

Un “Pancho”, no es un Francisco llamado con cariño, como en México, ni un berrinche, es la forma  Argentina de nombrar un Hotdog. Llego a esta historia por hambrienta y caza ofertas. Así encontré una gran promoción: 7 pesos Argentinos por un pancho. Entro, compro y mientras muerdo el Pancho miro el nombre del negocio y se detona una cascada de preguntas: ¿Por qué el nombre, qué tiene que ver la discapacidad con un Pancho?.
Pregunto y los trabajadores, sin dejar de atender a los clientes, me dan los datos de Saúl Macyszyn sin dejar de servir sandwichitos, churrasquitos, hamburguesas y pebetes ( lonches tapatíos, tortas capitalinas, aunque en el Cono Sur apenas lo sirven con una rebanada de queso y jamón).

Una llamada telefónica. Una cita y el encuentro con Saúl Macyszyn, creador de  Discapanch contaba cómo nació ese Laburo, palabra de origen italiano que se refiere al trabajo y cuyo uso generalizaron los migrantes italianos al llegar a Buenos Aires.


Es necesario retroceder a la infancia de Saúl, con 10 años en 1948 fue atropellado, perdió su brazo, tuvo lesiones en su columna  y  en la vista. Ese accidente hizo que conociera a la Primera Dama argentina más famosa  de la historia de este país:

“Estaba Eva Duarte de Perón, estando ella tuve la suerte de que prácticamente me salvó la vida, gracias a su intervención”. Ella ordenó al Doctor Enrique Finochieto que operara al niño y lo cuidaran con esmero. 3 años después regresó al hospital a visitar a un obrero y volvió a encontrarse con Saúl, quien ahora de 73 años es un abuelo que conserva esas palabras de Evita que lo marcaron:

“Mirá Saulito, vas a tener que estudiar porque con un solo bracito no podés ser obrero como tu papá y entonces tendrás que tener inteligencia. Vos pala y pico no, vos estudio”.
Ella ordenó que lo becaran en la Fundación que presidía y a su vez le regaló un trenecito de juguete. Ese juguete y las cartas que ella mandó al doctor Finochietto se exhiben en el Museo Evita Perón. Saúl creció, estudió analista de sistemas y su vida parecía sin contratiempos, hasta como dice él “llegaron las computadoras” y se quedó en la quiebra.
Sin laburo y apenas con “changas”, así llaman al trabajo sin prestaciones, logró mantenerse económicamente. 

“Pasó el tiempo y dije, bueno voy a abrir un negocio, voy a pedir un crédito entonces me presenté en varios bancos y organizaciones del estado pidiendo un crédito y que me ayudaran a abrir un emprendimiento. Que mi proyecto era una panchería para personas con discapacidad. Nadie me dijo que sí. Me miraban y pensaban “pobre hombre, está discapacitado, no tiene plata y quiere un crédito”.

Sin embargo, Saúl tuvo paciencia. Sin crédito y sin préstamo vendió su casa para iniciar Discapanch. Que hoy está ubicado en la Estación Retiro, donde consumen casi 700 personas por día. Inició rentando el local, logró  comprarlo y ahora vende en promedio 300 sandwiches al día.

Lo logró, podía generar “guita” dinero, lana, baro, para despreocuparse y seguir viviendo sin problemas, pero decidió aportar un espacio para la inclusión laboral de las personas con discapacidad.

 “Así se fue haciendo la cadena laboral de la discapacidad que maneja la Asociación Microemprendimientos Solidarios de personas con discapacidad. Yo como presidente tengo un suelo mensual, Yo no me quedo con la utilidad, no apunto al lucro y todo lo que sobra lo depositamos a una cuenta bancaria y hacemos para un fondo para que sea el capital económico para un nuevo emprendimiento”.

Saúl Macyszyn emplea a 17 personas, sabe que el temor de algunos por no querer contratar a personas con discapacidad es porque tienen miedo a mirarse en un espejo: “La discapacidad hace un efecto espejo 'me puede pasar a mi'  hay gente que le tiene miedo mirarse al espejo”. Pero Discapanch no siempre es un espejo porque hay quienes entran al negocio sin mirar el letrero. Piden, comen, sacian su hambre y ni cuenta se dan que son personas con discapacidad las que le sirvieron detrás del mostrador.

El primer eslabón estaba puesto. De ahí se desprendió un locutorio en Martínez (cabinas telefónicas), una tienda de artesanías y una más de orfebrería en la que todas tienen como factor común el empleo de personas con discapacidad. En total suman más de 30 personas contratadas en esta asociación. El 70 por ciento de los trabajadores tiene discapacidad, especialmente motriz,el 30 % son personas familiares de esta población o con problemas sociales de cualquier tipo (madre soltera, familia numerosa o alguna relación de exclusión).
Nada de caridad. Nada de limosnas. Quien forma parte de Microemprendimientos antes de iniciar debe pasar por una prueba 3 meses para conocer su actitud, su responsabilidad y desempeño.
“Entonces les hablo clarito: te tomo de empleado, pero más que empleado quiero que seas un estudiante para que te capacites. Si vos antes de dos meses y medio rendís bien, trabajás bien y aplicás todo lo que te enseñamos puedes crecer. Obviamente aplicamos Ergonomía en el trabajo, adaptamos todos los espacios para la eficiencia de las tareas asignadas. Entonces si no rinde, la ley dice que antes de los 3 meses se puede prescindir sin indemnizar. Si aprueba lo dejo de empleado permanente”.

Los espacios son habilitados para los trabajadores con discapacidad, que a su vez sirve para los clientes con discapacidad que acuden a los servicios de Discapanch o el locutorio encuentren un lugar accesible para consumir.  Por ejemplo, la puerta del locutorio es lo suficientemente grande para que pase una silla de ruedas, hay teléfono hipocáusico para personas sordas o lectores para personas ciegas.

             En la imagen, Saúl Macyszyn.
Jonathan tiene 30 años y trabaja en la panchería desde hace 2 años y medio. Él integra el equipo del Locutorio. Antes de hablar de su experiencia en este microemprendimiento incluyente recuerda lo complicado que es encontrar trabajo en Argentina, donde el 80 por ciento de las personas con discapacidad están desempleadas. ( En la Argentina 7.1% de la población presenta algún tipo de discapacidad. Equivale a unas 2 millones 170 mil personas. Una de cada cinco familias tiene un integrante con discapacidad).

"No, no es sencillo porque si bien hay un poco de apertura para los trabajos de las personas con discapacidad todavía sigue habiendo esa idea de que 'el discapacitado no será una buena imagen para mi empresa' piensan que no hay capacidad de que podamos desarrollar un empleo”. Cuenta y varios clientes llegan a pedir algún dulce o servicio, nadie ve la prótesis de su brazo derecho.  A los que preguntan por curiosidad amablemente les explica y los atiende.
Ese trabajo para él significa más que una jornada que cumplir es “Progreso personal porque tener un trabajo te da la posibilidad de empezar a soñar con todas las otras cosas, eso te da la posibilidad  de empezar a expandirte. Porque vos, decís estudiar pero también vas a necesitar una fuente de ingreso. Lo mejor que le puede pasar a una persona es trabajar y automantenerse”
           Enla imagen un letrero en el que se lee "Gracias a que usted nos eligio, tenemos trabajo".


Su compañero de trabajo es Ezequiel, quien tiene 4 años en el locutorio. Es su espacio de trabajo que le permite aportar económicamente a su familia. Él recuerda el estrés provocado por la cantidad de puertas que le cerraron cuando mostraba su carnet que dice su discapacidad: distrofia muscular. Él como el resto de los empleados, explica Saul, son dedicados y responsables: “Todos trabajan al máximo, por varios motivos: porque quieren sentirse útiles y ser útiles, porque no quieren perder este puesto porque saben que este puesto no se consigue fácilmente.”

Churrasquitos a la Plancha

Todo inició detrás de la pantalla “Apareció Saúl en la Televisión y Mi mamá anotó la dirección, vine y me atendió Gerardo llené la solicitud de ingreso,  a los quince días me llamaron para una entrevista”. 
Para conocer la historia de Gabriel Versaci la cita es en horario fuera de trabajo para no restar productividad ni distraer. Sin querer elijo entrar al Café El Retiro, un sitio enumerado como Café Notable de la ciudad de Buenos Aires. Para mí, una novedad turística, para él detonante de un recuerdo: Su entrevista  laboral para sumarse a Discapanch fue ahí.
Al caminar confiesa “es mi primer trabajo en blanco” (Se refiere al trabajo legal y con prestaciones). Gabriel tiene una discapacidad motora en brazo y pierna derecha causada por la hemipeglia congénita. Antes, trabajó durante 14 años junto con sus padres en un kiosko , en ese tiempo estudió para  fotógrafo profesional y perito en administración legislativa.

Aún con su curriculum no encontraba trabajo. Por ejemplo, fue a la municipalidad de Ezeiza donde anunciaban empleo para personas con discapacidad, pero se dio cuenta que el “trabajo” era “estar en la calle buscándoles lugar a los coches para estacionarlos y tu ganancia es lo que te daba la gente”. Rechazó esa oferta porque “Yo no quiero eso, yo quiero mi sueldo, mi trabajo”.

Siguió buscando. “Fui a todos lados como a una empresa que se dedica a la venta de celulares y radios.  El empleo era que al descargar las cajas del avión lo único que tenía que hacer era pasar la cajita por un scaner. Tranquilamente con una mano lo podía hacer. Yo hice la entrevista y el lunes empezaba a trabajar, me mandé la macana porque fui sincero “mirá yo tengo un problema en la mano y me dijo “no, flaco no podés, no podés”.

          Local de Discapanch con varios clientes
Ese empleo se lo negaron y para tener ingresos vendió muebles infantiles en la calle, pero aún así no estaba conforme la incertidumbre de ese trabajo. Hasta que ese día su mamá vio la televisión y fue al mismo café donde cuenta su experiencia laboral en Discapanch. Para llegar hace dos horas de ida y dos de regreso, pero eso es lo de menos, está feliz  “me llevo todos los meses la plata a mi casa porque tengo un trabajo y desde que entré acá me cambió en casi 4 años que estoy acá me compré mi cochecito.”


Lo repite una y otra vez que aquellos que temen sobre contratar a personas con discapacidad  deben aprender que:“Yo puedo agarrar lo mismo que vos, con la diferencia de dos minutos más, yo lo haré mejor que vos”. Gabriel prepara los churrasquitos, las hamburguesas y todo lo que pase por la plancha.

Conoce a los clientes, no se sabe todos los nombres, pero los ubica por sus antojos. Sabe quién prefiere una media luna, pieza de pan estilo cuernito acompañado de una lágrima (todo leche con una gotita de café) o sólo un Pancho con una Quilmes.

Gabriel lo dice claro  “ojalá hubiera no un Saúl, sino doscientos mil Saúl que le den trabajo a personas con discapacidad. No hubiese pensiones, no hubiese gente en la calle, hubiera personas normales sin discriminación”.

Por eso Saúl no es egoísta con su fórmula de negocios, ofrece charlas y ayuda a distintas organizaciones para que ese modelo  se replique.  No sueña con hacer montones de dinero, sino apostarle a la inclusión y autosuficiencia de las personas con discapacidad.

 “Yo vivo  feliz porque entro acá, no vengo a ver la caja, saludo y miro las caras de mis empleados si se nota que están bien, está perfecto. Eso es lo que hay que lograr.  La producción es mucho más con gente feliz y un negocio no anda con gente enojada, con gente explotada 'que dice sí señor' porque nadie come vidrios tenga o no discapacidad”.

Con el tiempo si en la Asociación Microemprendimientos ven que alguno de los chicos tiene actitud  de emprendedor hablan con él para convencerlo de que le darán una franquicia gratuita si emplea a personas con discapacidad. Sus microemprendimientos no son financiados por el gobierno, incluso Saúl  rechaza cualquier forma de subsidio:

“Cuando yo tomo a una persona con discapacidad, le estoy haciendo un favor al gobierno porque esa persona que está cobrando un subsidio que es bajo y no le permite tener una vida digna. Entonces  por eso la persona prefiere perder el subsidio y entra al empleo  porque va a cobrar un Sueldo de acuerdo a la ley de trabajo y de acuerdo al sindicato que permanece la actividad. Yo mismo voy al sindicato que corresponde a estas actividades y les digo que me nombren a un delegado, que me actualicen con los beneficios que marca la ley, se ríen los del sindicato cuando soy el primer dueño que mando a uno de ellos”.


En Argentina como en México existen leyes para incentivar la contratación de personas con discapacidad. Como una que exige que el  4 % de empleados públicos deben ser empleados con discapacidad. Ni el gobierno, ni  las empresas privatizadas cumplen con el porcentaje.

Esto se debe, explica Saúl, a que pocos empresarios y  contadores conocen  de esto o les resulta un trámite muy complicado.

“El dueño dice 'mira cuánto voy a ganar' pero si el supiera que tendrá beneficios estoy seguro que si vos le das un aliciente, le dices hacés el esfuerzo de y tenés una persona con discapacidad.”

Entre los planes de Saúl, para hacer cumplir la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad es crear una comisión integrada por contadores y abogados especialistas en derechos tributarios “que estudien bien como es el tema de los impuestos, que el gobierno mande representante del Ministerio de Economía y representante del poder legislativo, para que en esa comisión busquen la forma de simplificar ese trámite, que no sea más difícil hacer los trámites que tomar a  la persona con discapacidad”.

Saul hace un ejercicio imaginario. Ese niño que a los 10 años Evita lo ayudó, hoy se imagina si la tuviera de frente. ¿Qué se dirían, qué diría él?. Sabe que Evita estaría orgullosa por todo lo que consiguió.  “Yo con orgullo puedo decir hoy que no le fallé a Evita”.
Aquel trenecito de juguete que está en el Museo Evita Perón es similar a los trenes que llegan a la gran estación El Retiro en Buenos Aires donde el hambre se calma con un pancho en Discapanch, ese lugar que alguien le dijo que no tendría que abrir.